¿Le gustará lo que le preparo? 5 trucos para acertar en la mesa con tus hijos
Consejos de una nutricionista mamá… Me acuerdo hace más de un año fui a una charla de una nutricionista sobre alimentación infantil. Yo llevaba ya 5 años dando charlas a mamás sobre este tema pero nunca dejo de tomar la oportunidad de ver qué se está diciendo por allí ¡algo se aprende siempre! Además, ésta ponente se especializa en un tipo de alimentación concreta en la que yo no era tan experta y me interesaba mucho saber más sobre el tema.
Me senté con mis hijos que, en aquel momento tenían 5 y 3 años y, milagrosamente, se entretuvieron de maravilla con tortas de maíz, ceras de colores, papel y cochecitos durante la hora que duró el taller. Le pude presté muchísima atención y disfrutar de la oportunidad de ser la madre en el público en vez de la ponente. La experta soltó datos interesantísimos sobre los gramos de nutrientes, el volumen de papillas, la frecuencia de comidas etc. Vale. Muy bien. Mucha teoría pero pensaba yo para mi – está claro que no ha sido madre.
No había llegado a sentir la desesperación de haber calculado los gramos y miligramos y haberlos combinado con amor y esmero en una papilla de sabor aceptable solo para ver que le interesa mucho más jugar con la cuchara, tomar un poco de teta o echarse una siesta. La alimentación de nuestros peques va mucho más allá de la teoría. El arte está en la práctica ¡y hay que ponerle mucho arte!
Lo mejor de todo es cuando ya sabes que un alimento le encanta a tu hijo, te vas de vacaciones y llenas la mochila de ese alimento (ya que vas a “tiro fijo”) y, desde ese preciso día, decide que ya no quiere comer eso nunca más. Sus gustos van cambiando conforme crecen, desarrollan sus propias opiniones, descubren nuevas texturas o sus necesidades nutricionales cambian. Ése “arte” no se puede dormir NUNCA. Nos tenemos que mantener atentos y creativos siempre. Planificamos una comida con imaginación, compramos los ingredientes delicadamente, cocinamos con amor, sazonamos al detalle, se lo ponemos delante y lo único que nos queda es observar. Observar como lo mira, como lo coge, como lo prueba y…¿le gustará?
Voy a compartir 5 trucos para asegurar que le guste lo que estás cocinando.
1. Prueba un cambio de texturas ¿quiere comida más “al dente”? ¿estás sobre-cocinando la verdura? ¿le molestan los tropezones y quiere más cremoso? ¿las papillas se han convertido en comida “de bebés”?
2. Aliña tus platos con salsa de soja (salado), vinagre de umeboshi (salado con un toque), limón (ácido), canela (dulce), jugo concentrado de manzana (dulce con un toque ácido) o comino molido (dulce con ligero picante) le puede dar un toque que le guste ¡Y las hierbas aromáticas donde la imaginación te lleve!
3. ¿Estás añadiendo suficiente grasa en su menú diario? Recuerda que los bebés y niños necesitan grasas y se van a sentir atraídos por los alimentos más calóricos. Añade mucha aceite de buena calidad a la crema de verduras antes de triturar (así queda más cremoso sin tener que añadir ni patata ni quesitos), evita los alimentos “light”, añade aceite o tahine a ese bocadillo, usa mantequilla de coco para aliñar el arroz, añade un aguacate al batido de frutas para convertirlo en un auténtico “smoothy”…
4. Compra local , de temporada y si puede ser ecológico, mejor que mejor. Creo que esto es la base de una buena comida para asegurar, no solo que tendrá la máxima nutrición y la energía que se necesite para cada estación del año, sino que también que el alimento tendrá el máximo sabor. ¿Quién puede discutir que una menestra de verduras descongelada no se puede comparar con una hecha de verduras locales ecológicas y frescas? ¡Nuestros hijos notan el sabor y notarán la diferencia!
5. Cocinar sin prisas: se nota el amor que le pones a la comida, se realza el sabor dulce natural de muchos alimentos así (y los peques necesitan dulce en su dieta) y la cocción ayuda con la digestión de los alimentos (recordemos que los peques tienes sistemas digestivos en formación y dejarán de comer una cosa si notan que les cae “pesado”). No hace falta estar una hora en la cocina. El horno trabaja solo y las ollas a fuego bajo y tapado solo necesitan que les eches un ojo de vez en cuando. ¡Y el resultado es notablemente más rico!