Definitivamente, ir de camping no es lo que era. Anna llevaba tiempo pidiendo ir a dormir a una caravana en un camping como algunos de sus compañeros de clase. A mí, lo reconozco, me daba una pereza enorme. Para acampar, acabas comprando un montón de trastos (tienda de campaña, mesa plegable, menaje…) que sabes que luego no vas a usar nunca (o casi nunca) y no tienes donde guardar.
Entonces oí hablar de las caravanas vintage del camping Miramar y me pareció la opción ideal para nosotros: podríamos probar si eso de ir de camping y dormir en caravana nos gustaba, sin tener que comprar nada.
Cada caravana está pintada de un color y decorada con mucho mimo siguiendo esa gama cromática. Y están equipadas con lo básico para pasar unos días: menaje, cafetera y hasta una pequeña placa para cocina. Todas tienen una mesa en el interior y camas según capacidad. La nuestra, por ejemplo contaba con una cama doble y una litera.
Además dispones de una parcelita propia, con grifo, barbacoa y una mesa exterior con pérgola. Cosa que te hace aprovechar el espacio exterior al máximo y sentirte como si siempre hubieras ido de camping.
La vegetación entre parcelas está sumamente cuidada y tienes suficiente intimidad para no sentirte observado por todos los vecinos de parcela. Aunque también es divertido experimentar esa sensación de convivir con los vecinos como una gran familia de las que se crean en los campings. ¿No os parece?
Lo que llevé peor es tener que desplazarme cada vez que necesitaba ir al baño. Pero me ayudó mucho que también allí el interiorismo estuviera cuidado al milímetro. Están en medio de un proceso de renovación (los servicios de caballeros aún no estaban reformados) que han convertido los servicios higiénicos en un espacio más diáfano, con mucha luz natural, muy agradable.
Y han pensado en los más pequeños, con una zona con lavamanos y wc a su medida y una bañera alta para poder bañarlos con comodidad.
Las otras zonas comunes, lavaderos, bar, supermercado, también han sido reformadas. Y la decoración esta escogida con mucho gusto. Todo tiene un aire muy mediterráneo y marinero. Un acierto unificar todo con ese mismo criterio.
¡Hasta el chiringuito de la playa! Todo decorado con tanto acierto que los cuatro días nos supieron a poco. Y la verdad, se respira un buen rollo y una familiaridad en todo el camping, que se hace imposible no recomendarlo.
Un lujazo, ver la puesta de sol bebiendo una cervecita o despertarse temprano para ir a ver amanecer entre las dunas de la playa o, como mi hijo, para ¡chafardear a los vecinos en pijama!
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¡Qué bonitas fotos y crónica Gemma! muchas gracias por compartirlo. Ganas tremendas de ir!
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